Años más tarde José también sería el ganador del oro en Ámsterdam 1928 y conseguiría la Copa Jules Rimet en el Mundial de Uruguay 1930.
En Francia sus actuaciones llamaron mucho la atención porque nunca se había visto un jugador negro. Además el volante derecho, que también supo jugar en otras posiciones del mediocampo, estaba en su momento de esplendor y derrochaba elegancia en cada toque.
Andrade sentía pasión por el carnaval y el candombe y lo demostraba dentro de la cancha, con su amagues que parecían pasos de baile. En esos años Se dio gusto de bailar un tango junto a la bailarina Josephine Baker.
Lamentablemente Andrade terminó en el olvido, solo acompañado por su fiel tamboril candombero, pero dejó su marca en la década más gloriosa de la celeste.
Veinte años después del Mundial 1930, Victor Rodríguez Andrade (sobrino de José) también sería campeón del mundo en Brasil 50´. Una Paradoja del linaje difícil de repetir.
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