miércoles, 6 de octubre de 2010

Un maestro como los de antes

Oscar Washington Tabárez despierta respeto y admiración en sus dirigidos. Su gran trabajo como técnico de la celeste es reconocido en todo el país.

El maestro es un formador nato. Educa personas, además de profesionales. Su labor trasciende el aspecto futbolístico. Su conducta paternalista es similar a la de Carlos Timoteo Griguol.

Su cara tiene rasgos muy pronunciados. Se desenvuelve con gestos muy personales, que son su marca registrada. Cuando habla mueve su ceja para arriba, cuál Carlos Ischia pero sin deformidad. Además su labio se inclina hacia la derecha, haciendo la seña del siete de espadas.

Sin embargo, Tabárez refleja sabiduría y tranquilidad. Es serio y a la vez simpático. En su casa tiene un cartel con la frase del Che: “Hay que endurecerse para no perder la ternura jamás”.

El maestro fue rústico como jugador. Era un central derecho con poco vuelo que siempre la tuvo que luchar en los planteles que integró.

Como entrenador su historia cambió. Tabárez ya se había recibido de docente en el  70´. Tras su retiro, en el 79´, empezó a ejercer como maestro en las escuelas del cerro. Dirigir un grupo de jugadores resultó la combinación perfecta entre sus dos profesiones. El fútbol fue el nuevo ámbito donde implementó su vocación docente.

Con Uruguay clasificó  a los octavos de final de Italia 90´y alcanzó el cuarto puesto en Sudáfrica 2010. A pesar de su ego interno, alimentado por su trabajo fructífero, el maestro trabaja con humildad. Es un maestro del fútbol y de la vida.

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